miércoles, 25 de mayo de 2011

200 años, seguro; Independencia, tal vez


POR JIMMI MARÍA PERALTA

FUENTE: DIARIO LA NACIÓN
En la semana de la celebración del Bicentenario de la Independencia quisiera abordar dos conceptos en ese contexto, y que están relacionados a lo comentado en el párrafo anterior. Por un lado, es necesario comprender al silencio como una posición política tomada, afirmante y consecuente a favor de un proceso, y no confundirlo como una forma de ausencia de la escena de las decisiones, esta imparcialidad no es posible dentro de un sistema donde el ciudadano es obligatoriamente el soberano; y por el otro lado, quisiera estimular una visión analítica respecto a la festividad de los 200 años de independencia, cita en la que todos subrayamos la cuestión de “200”, quizás por que sea más fácil, quizás por que es lo único realmente cierto.

Evidentemente, el argumento que sostiene que: “aquel que no se oponía al régimen estronista ‘era feliz’”, no puede ser válido para justificar ninguna de las medidas antidemocráticas de la época, ni los atropellos a los derechos humanos que se padecieron en ese tiempo.

“Negociar” el silencio a cambio de la sobrevivencia no es una cuestión casual o de olvidar. En realidad, el silencio nunca puede ser imparcial en política y tiene el mismo peso que una afirmación, por lo tanto, ese silencio que cultivó un “importante” sector de la ciudadanía durante el proceso de la dictadura, fue un silencio que ratificó la permanencia del sistema. Lo dado como silencio es dado como afirmación, antes y ahora.

Dejando más claras las cosas, este “negociar” en realidad no es tal. Es producto de una imposición a través de la fuerza represora, que por entonces era ejercida por los mismos aparatos del estado. Y todavía más, podemos inferir que: aquel que calló durante el proceso, y por tanto lo consolidó, estuvo de acuerdo con el sistema o, calló para seguir con vida, “libre”, o con su familia o con trabajo.

Ahora, muchos se preguntarán ¿qué tiene que ver este tema del silencio como afirmación de un sistema con el Bicentenario de la Independencia? Estos renglones previos fueron solo una larga introducción que nos sirve para la analogía, para la comparación.

Como un país del “tercer mundo” la voz paraguaya en el concierto de naciones no tiene ningún peso real. En el mundo existe una relación hegemónica de las súper potencias sobre el resto. Esa hegemonía nunca es democrática, al contrario, es una imposición a través de la fuerza, del dinero, de la tranza, de la muerte, de las amenazas.

Ante sistemáticas invasiones a países con enormes potenciales petrolíferos por parte del poder hegemónico mundial, o negativas de firmar pactos internacionales a favor de los derechos humanos, o respecto a reglas que regulan la emisión de gases contaminantes, Paraguay ha “negociado” su silencio de conformidad, lo hizo por dinero, por corrupción, por amenazas. Y claro, ante el pedido de pruebas del primero que se levante contra esta página digo: Pastor Coronel o “Kururu Pire” no debían visitar cada casa para presentar sus amenazas y conseguir el silencio, obvio.

Hasta 1869, hasta la conformación del gobierno provisional en plena Guerra contra la Triple Alianza, se pudo celebrar esta independencia. Y todavía peor que celebrar los 150 años de no sé qué, es que hay silencios que están de acuerdo genuinamente con ese poder que se nos impone como país. Personas que están de acuerdo con que otros países, cualquiera menos Venezuela, Cuba o Rusia claro está, nos marquen el rumbo de “país independiente”.

Paraguay no cuenta con tropas invasoras en su territorio, pero tiene “negociado” su silencio y su independencia a cambio de migajas. Esto dicho aquí todos lo sabemos, y aunque quizás no lo podamos cambiar nunca, no lo debemos olvidar en estas fechas llenas de color y ruido, y vacías de crítica.

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