martes, 19 de julio de 2011

Artistas sin tiempo ni espacio

FUENTE: DIARIO LA NACIÓN
POR JIMMI MARÍA PERALTA
JIMMIELESTUDIO@GMAIL.COM
 
El juego en el que dieron de su parte la fantasía popular y la estrategia marcketinera de los artistas, quienes encantaron con polvo mágico su don de crear, hoy por hoy trae como consecuencia la falsa percepción de que los artistas deben permanecer en el limbo, sin contacto con la realidad, limpios y puros; generando una creencia de que ellos deben estar ausentes de la actividad política.

La alienante ilusión que envuelve y convence a los mismo artistas, la que les transmite la certeza de que ellos no pertenecen a un tiempo y a un espacio, no solo es producto de su vinculación con el dios Apolo y la diosa Minerva, o con las musas u otros seres eternos como el mismo demonio, sino que también tiene su origen en la condición de una sociedad posmoderna en la que los ídolos, por lo general artistas o presentadores de televisión, deben ser, además de semidioses; silenciosos. Sin olvidar que el silencio, casualmente, siempre es una posición política de aprobación, o de últimas, ante alguna duda de este principio, se podría preguntar de ello a los familiares en primer grado de la mujer recientemente asesinada, Sonia Vera.

Debo presentar mi profunda pena ante una generación contemporánea de artistas paraguayos que se definen como “apolíticos”, con la falsa sensación de ser una momentánea encarnación divina, sin tiempo ni espacio.

No lleno este formulario de quejas solo ante la estúpida condición de creerse capaz de abstraerse del mundo, o por estar fascinado con la enajenante situación de entenderse a sí mismos como superiores a la realidad paraguaya y en contrapartida sentirse habitantes de Buenos Aires, Milán, Londres o Miami; no solo da pena el hecho de que algunos piensan que pueden vivir la máxima libertad desde la “apolítica”, autodefiniéndose erróneamente anarquistas, la cual sí es una posición política genuina. Más allá de todo esto, levanto mi molestia contra una sociedad paraguaya que repudia y olvida a sus artistas comprometidos políticamente, y premia el silencio falsamente imparcial, pero que en realidad es profundamente cómplice.

Es importante también entender que no es por casualidad que se premie el silencio.

Días pasados se mediatizó en Argentina un repudio y posterior debate ante las declaraciones del músico de rock Fito Páez, quien expresó su hastío por gran parte del electorado bonaerense. Con o sin razón, o prudencia, Páez intenta, con 30 años de carrera, dejar de ser un mero producto universal, neutro, apto para todo consumidor.

Paraguay ha tenido enormes filas de músicos que en dictadura se formaban “como velas” para cantarle al “artista número uno del país”; también cuenta con una lista de miles de exiliados, como el más grande: José Asunción Flores. Su historia no es pobre en  este tema.

Cabe aclarar, que no por el tipo de labor que cumple el artista tiene más responsabilidad política que el resto de los ciudadanos, y, sin embargo también es importante informarles a ellos que Apolo vive en el Olimpo griego, y nosotros acá, en el tercer o cuarto mundo.

Estoy fastidiado de los artistas que pretenden ser la vanguardia en Paraguay, y que no solo recurren al “copy & paste” de Europa y los EEUU para sorprender con sus “clientes” locales, sino que se piensan como habitantes de Europa o EEUU.

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