viernes, 22 de abril de 2011

“Patrioterismo” Vs. “La bella Carmiña”



Por Jimmi Peralta
jimmielestudio@gmail.com

Semanas atrás hicimos “la gran Nostradamus” en esta columna, y advertíamos que el año del Bicentenario sería un año fértil para el “patrioterismo” de primer nivel, de “otro level”, como se dice ahora en el ejercicio hereje del lenguaje urbano preindustrial.

La semana pasada, en el juego de desinformaciones que se cruzaban como ciertas, pero que después eran negadas y, de vuelta, confirmadas; la periodista y/o locutora de Radio Venus, Carmiña Masi, dejó fluir un pensamiento, que “tuvo” que ser sintetizado en los limitados caracteres permitidos por la institución de moda: La red social Twitter.

Esta declaración, que cuestionaba el uso del idioma guaraní, despertó la indignación de la comunidad toda, y me tocó encontrar hasta artistas e intelectuales interviniendo en la campaña acusatoria contra Carmiña.

Quiero expresar mi profunda solidaridad con la colega. Son tantos los argumentos que me impulsan a tomar esta “postura política” a favor de esta representante de la “clase obrera explotada” en los mass medias, que siento la necesidad de explayarme sobre el particular. Sin embargo, antes de ir deglutiendo cada uno de esos pensamientos o ejes argumentativos, quiero poner especial énfasis en lo que probablemente me inspiró a tomar esta decisión, es una motivación que la descifro luego de un análisis de perfil freudiano: ¡Iporä la Carmiña Masi, oreko la orekoa!

En un primer momento vale la pena buscar la fuente intelectual a la que acudió Masi para su imponderable afirmación: “Si es cierto lo del guaraní y el SNT aplaudo totalmente! Basta de mandioca. Excelente”. Más allá de la colonización fáctica de 400 años por parte de los españoles, la cultura castellanizante del siglo XX en el Paraguay tuvo su principal responsable al proceso post Guerra de la Triple Alianza, a partir del cual se intentó forjar una sociedad similar a la mundo moderno europeo, que era el modelo adoptado en el rioplatense, y que incluyó un sistema educativo al que nuestros padres no podían acceder como guaraní parlantes. Estaba prohibido hablar guaraní en las escuelas. El guaraní fue por décadas “lo malo”, lo ruin, lo vulgar, lo no científico, lo mediocre, lo pobre, lo bajo, lo instintivo, lo no racional.

Carmiña solo se hizo eco de lo que un gran segmento de la pequeña burguesía asuncena piensa. Esos padres que entre ellos hablan guaraní, y lo emplean también para comunicarse con la machu (sirvienta), pero no con los hijos, éstos estudian inglés en el CCPA o en Anglo, “porque eso sí les va a servir en la vida”. Piensan que hablar castellano o inglés,les da un mejor estatus social.

La bella Carmiña solo es un chivo expiatorio en un auge de falso “patriotismo”. De todos los mensajes de repudio contra su declaración que me tocó leer en Facebook, y confieso que no fueron muchos por salud mental, ninguno apuntó más allá de sus narices.

La apertura al bilingüismo de las escuelas, la televisión, los diarios y “demás yerbas” se debe dar fundamentalmente en el marco del cumplimiento del principio democrático de inclusión. El guaraní parlante tiene derecho a estudiar o acceder a la información a través de su primera lengua. Forzarlo a  conocer del mundo solo mediante el castellano es violencia, discriminación y dictadura.

La “angelical” Carmiña de pelo dorado ha tropezado, y la sociedad que la repudia ha caído estrepitosamente en el lodo de la idiotez y la desvergüenza, elevando un falso discurso de “paraguayidad”, de falso amor al guaraní, y a lo Guaraní.

En Buenos Aires los mejores chistes son contra los gallegos, los españoles, los europeos, digo, para ser justamente obvio. En Asunción la víctima es “Kachike” ¿no nos dice nada eso sobre nuestro falso amor a lo autóctono? ¿no nos dice nada que los nativos de nuestros país vivan en las calles de Asunción? ¿no nos dice nada que el municipio capitalino haya enrejado al son de los aplausos una plaza para que los indígenas (esencia cultural y genética del Paraguay) no duerman allí, y que sí lo hagan en las veredas o calles? o lejos de una acusación a las instituciones del Estado… ¿no nos dice nada que como ciudadanos les esquivemos la mirada, y que nos insultemos entre nosotros diciéndonos “indios”?

Me toca escuchar o leer en esta gran ciudad ofensas como: “qué paraguayo sos”, o con carga despectiva, “sos un guarango”. Y eso no es importante, Carmiña es ignorante, y sólo eso hay que recordarlo parece.

La euforia chauvinista del Bicentenario llegó. Y la gente no duda de que este es un país independiente, de que en esta “Res-pública” el poder real radica en el pueblo. Ni mucho menos sospecha que una “nación” es el producto de un azar político y de imposición de poder, y que muchas veces la conciencia de una identidad viene de arriba para bajo, es una política propagandística.

Otro sincericidio racista lo hizo en su radio Hugo Biederman la semana pasada, dijo algo así como: todo bien con los indígenas, pero yo no me sentaría con ellos en un restaurante para comer. Y nadie dijo nada. Don Hugo no es quizás tan bello como lo es Carmiña.

FUENTE: DIARIO LA NACIÓN

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